lunes, 25 de diciembre de 2017

El cristiano y el año nuevo




La pregunta obligada:
¿Cómo ven los cristianos el año nuevo?
¿Qué tan mala es la festividad del año nuevo en la vida cristiana?

En muchas ocasiones podemos tomar algunos versos y tratar de entenderlos  como mejor nos acomoden, sin embargo pese a eso, la pregunta sigue sin responderse.

El creyente debe entender que a juicio personal, muchos días son de importancia para el mundo y otros no tienen la menor importancia.

Por ejemplo, para algunos el día de su cumpleaños deberá ser un día en el que incluso algunos no asisten a su trabajo para quedarse en casa a festejar su cumpleaños, sin que esto marque la diferencia para otros.

Así mismo el día del año nuevo, para algunos tiene suma importancia, para otros es un día deprimente, sin embargo para el creyente todos los días deben juzgarse con mucha importancia para vivir en Cristo (Salmo 90:12).

Sobre los propósitos de año nuevo, bien pueden ser una excusa perfecta para empezar  nuevos planes, o para evaluar el avance en otras áreas, sin que esto signifique la connotación del mundo sobre los propósitos de año nuevo (Eclesiastés 11:9).

El brindis es otra costumbre que se tiene para desear felicidad y prosperidad en el año que se empieza, una motivación de buenos deseos y anhelos salidos del corazón.

El creyente firme ha de entender que sus días son como la flor del campo, y que no hay cosa mejor que  disfrutar el bien que Dios le permite en esta tierra; sin embargo debe mesurar su corazón y mantener cordura frente a los deseos que el mundo promueve en estos días de año nuevo.

Podemos desear a los demás un excelente año nuevo, sin que esto raye en la costumbre mundana de celebración del año nuevo.

Realmente para el creyente, todos los días de su vida ya están comprometidos para aquél que lo salvó (Salmo 39:4-5), no requiere hacer nuevas promesas; no requiere hacer nuevos propósitos, ya están todos sus propósitos y planes hechos en Cristo (Salmo 23:6).
En ese entender, el creyente vive su día a día en la fe del Hijo de Dios (Gálatas 2:20).

Quiera Dios que  aprendamos a vivir de esa forma que le agrademos, quitando de nosotros nuestra religiosidad y nuestras obras de hombre para dar paso a su voluntad.

Bendiciones.